martes, 6 de agosto de 2013

Navegando entre calles que un dia conquistaste con tu sonrisa, tu eterna sonrisa y nada más. No a mucho atrás me llamaste caballero y cuando tan solo era un inexperto en hacerte el amor a oscuras. Ahora sin la ayuda de tu liviana mano trepo montañas, surco rios, me zambuyo en lo profundo de las copas de los árboles, para así demostrarte lo que perdiste, lo que no recuperarás. Con mi fiel corcel aprendo a tomar de la cintura a doncellas, a mimarlas por todos los surcos de las futuras arrugas que un día amaré.
Acaricio lentamente tus pestañas mientras veo ese pequepño cosquilleo que recorre desde tu dedo bebé del pie hasta la punta de la nariz que beso lentamente. Surruro en tu oido partes de una canción que derretía gigantes, tu me sonries mientras tornas tu cuello hacia la izquierda dejándome entrever esa pequeña marca en tu oreja que siempre ocultas tras tu pelo. A veces a tu lado me recuerdas a ese niño que nunca abandone, que se ilusiona en cada segundo como si de un falso mariachi se tratase y temiese que va a ser descubierto en cualquier momento. Siento que deseas que te bese, que muerda lentamente tu labio inferior, pero no lo haré todavía y es que disfruto de esa sencación inconfundible en mi estómago bailando entre cientos de pequeños de esos animalitos que tu llamas amor.

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