sábado, 8 de junio de 2013

Una mañana de domingo

Y comencé a escribir pronto, con la primera luz del día. Un poco más abajo el reflejo de unas gafas de sol llamaron mi atención. Y mientras levantaba la mirada de la libreta sacó su camel y encendió un cigarro. Sentada en una toalla cuyos colores mi vista no alcanzaba a ver, ella aspiraba el humo mientras perfeccionaba sus uñas pensando en por qué a veces la vida te hace sentir tan insignificante. Un par de estornudos de un anciano cuyo periodico se acercaba cada vez más a sus lentes. Corbado y solo, con sus pensamientos absortos en las tristes noticias del mundo.
Ahora tumbada en la toalla apuraba los tres o cuatro rayos de sol que se dejaban entrever por las nubes. El pelo largo y negro echo un ovillo en forma de almohada protegía un cuello que, alejados de ser realistas, parece suave. Cuando parece que el sol enmudece puedo ver que su toalla es azul puesto que recoge sus enseres y se va, quizaás por el mismo camino por el que vino. El viejo sigue ahí solo y ensimismado en sus pensamientos, y no parece darse cuenta de que ya solo quedamos el y yo.
Una mañana de domingo.

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